Desde hace unos días, en todas las acampadas y asambleas que se están llevando a cabo en el estado español a raíz de la manifestación del 15M, está surgiendo el debate de cómo aunar esfuerzos y objetivos para dar una imagen coherente a la sociedad de lo que pedimos tod@s los que estamos trabajando en que esto salga adelante.

Hay que concretar la rabia que hizo salir a la gente a las calles, el mundo entero está mirando (cada vez menos, eso sí) y la prensa está a la espera de dar la puntilla a un movimiento que ya no le sirve ni como espectáculo ni como dador de réditos electorales. Las reivindicaciones son muchas, los pareceres innumerables y las asambleas lentas, pero el tiempo corre en nuestra contra.

La reforma de la llei electoral és una vella demanda de partits com Izquierda Unida. Què el moviment del 15-M derivi vers aquesta reivindicació o d’altres similars es condemnar-lo a la mediocritat

Parece ser que, a grandes rasgos, hay dos grandes bloques ideológicos: el que tiene sus miras puestas en las elecciones generales para erigirse en representantes de la sociedad y el que busca crear mecanismos de participación social y recoge las demandas sociales de la gente que salió a la calle y sigue en ella.

Las personas integrantes del primer bloque creo que todo el mundo sabe quién son, no hace falta ni poner el nombre y el apellido. Manipulando las asambleas con su oratoria de partido intentan hacernos creer que los problemas más acuciantes de la sociedad son la reforma de la ley electoral y la separación de poderes.

Las personas del segundo bloque intentan traducir el malestar real de la población en unos puntos básicos que no sólo responden al sistema de representación democrático o al ámbito político, introduciendo puntos más sociales y económicos como el ámbito laboral y de pensiones, la vivienda como bien social y no económico y la garantización de sanidad, educación y suministros, posicionándose en contra de su privatización.

Pues bien, aunque parezca increíble, el primer bloque está llevándose el gato al agua invadiendo la red y apelando, como ha hecho siempre, a la efectividad en detrimento de la revolución. Se posiciona en contra de las asambleas de barrio al ver que una red de asambleas es más difícil de manipular, intenta restar poder a las asambleas generales a favor de las comisiones de trabajo.

Nos hacen creer que, una vez solucionado el tema de representación de partidos todos nuestros problemas se acabarán, porque sus políticos llevarán la paz y el bienestar a nuestros corazones y que, temas como que la gente no tenga trabajo, ni pensiones dignas, ni vivienda ni acceso a recursos son temas secundarios que no tienen la importancia necesaria como para que se conviertan en reivindicaciones mínimas de la sociedad. Nos invaden con leyes, estadísticas, proporciones y un discurso aprendido al estilo mantra y se van frotando las manos pensando que en las elecciones generales darán un golpe de mano impensable para ell@s hace unas semanas, cuando eran conscientes de que la sociedad no les hace ni caso. Utilizan la movilización popular como campañas electorales gratuitas y, lo que es peor, lo hacen por lo bajini, sin confesar su afiliación o sus verdaderos intereses. En pos del movimiento, cuando la mayoría no ha visto una asamblea en su vida.

Al mismo tiempo tenemos el tema de Democracia Real Ya, que lleva haciendo la goma toda la semana, vinculándose o desvinculándose de la iniciativa popular según les convenía y erigiéndose en portavoces de la sociedad.

Evidentemente hay gente que no pertenece a ninguno de estos bloques bien posicionados (admito que la palabra bloque no es la más acertada, pero sí la más gráfica) que, con todo su esfuerzo, aprende a trabajar en asamblea, a estructurar sus ideas, a dar su opinión, que puede tener menos experiencia en este tipo de luchas, que puede cansarse o decepcionarse antes de tiempo al ver que esto no tiene una dirección concreta y que puede ser una jugosa presa para l@s que nos venden una supuesta eficacia a través de las directrices políticas.

En estos momentos cruciales, en el que las acampadas empiezan a pensar en levantar el chiringuito y llevar, por fin, las asambleas a los barrios, a los trabajos y a las universidades, tenemos que echar el resto y defender la autonomía de las asambleas, su capacidad de decisión y de ser la voz de la gente que por fin ha decidido moverse. Tenemos que defender las cosas más elementales y desenmascarar a los lobos con piel de cordero. El enemigo estaba por fin señalado, bien visualizado: los poderes económicos dirigen la vida del planeta y los partidos políticos son meros esbirros. ¿Por qué de repente se ha diluido esta idea?

Pensar que cambiar la ley electoral cambiaría nuestras vidas a mejor es seguir el mismo juego de siempre. Mientras tanto, los banqueros y las grandes corporaciones económicas se frotan las manos porque, como siempre, están a punto de domesticar a la voz del pueblo.