Article extret de la portada de la Solidaridad Obrera 353 Gener-Març. Podeu baixar-la a aquí: http://soliobrera.cnt.es/

En medicina, una crisis es un episodio de incertidumbre que puede resolverse o bien con la curación del enfermo o bien con su defunción. Es el momento culmen, la catarsis, cuando se decide si sigue la función o se baja definitivamente el telón. Pero crisis las hay de otros tipos, a veces con connotación negativa, como las económicas. Y si bien las crisis médicas suelen ser breves, las económicas pueden durar años.

Y en ello estamos. Con una crisis económica y sistémica con visos de eternizarse. Y mientras todo el mundo está en corrillo, mirando impotente como el sujeto se retuerce espasmódico en el suelo, luchando por sobrevivir, los desarrapados anti sistema gritamos si hay algún aguerrido revolucionario que, almohada en la cara mediante, acabe con ese capitalismo al que Marx extendió partida de defunción pero no acaba de estirar la pata. La escena es realmente dantesca, aunque nos la tomemos ya a cachondeo: unos cuantos histéricos gritando sus posibles remedios (democracia real, buenismo, paz y flores…), un montón de gente mirándoselo y los cirujanos capitalistas aplicándole cataplasmas para que no entre en colapso (ese ‘piiiiiiiii…’ que suena en esa pantalla con una línea horizontal, que nos indica que el paciente nos ha dejado). Pero mientras le dura la crisis, el capitalismo sigue a lo suyo, con su vorágine depredadora, que aumenta a medida que se encuentra peor. ¿Cómo es que nadie oye el grito del anarquista del fondo de la sala, que insiste en pegarle un tiro al enfermo para que cese su sufrimiento, y por ende el nuestro?

Para el caso patrio, lo primero que hay que tener en cuenta es que España es un país muy suyo. Con una tasa de paro del 20 y pico por ciento, las condiciones laborales, económicas y sociales de mierda, etc., etc. (¿Qué decir que el lector no sepa ya?); nuestro sufrido profeta rojinegro debe tener en cuenta que aquí el diario MARCA es, con mucho, el periódico más leído, la revista de Ana Rosa Quintana tiene 300.000 incondicionales lectores mensuales y hemos institucionalizado la figura del catedrático de bar: en efecto, el tipo que, acodado en la barra, con su zumo de cebada y su montadientes, expone –y resuelve- los grandes problemas de la actualidad para quien quiera oírle, desde el paro al sistema educativo, pasando por la sanidad y la política internacional. Además, abundan los honoris causa en fútbol, única disciplina donde el acalorado debate puede sacar los puños a pasear. En tal ambiente, el discurso antiautoritario libertario queda ahogado por los que vitorean la llegada de las fuerzas vivas para poner orden; nadie oye las proclamas contrala idea de progreso, ese estandarte ideológico burgués (cuyo carácter decimonónico no impide que goce hoy día de excelente salud) que permite, entre otras muchas cosas, presentar como un gran avance de la humanidad que en España se vendan aparatos capaces de almacenar miles de libros digitales, cuando la mayoría de la población no lee ni encañonándole la sien. Pues las tesis anti-progreso, decíamos, no pueden ser oídas por las hordas armadas con iPods; y la carta más fuerte, la solidaridad y el apoyo mutuo, nada pueden hacer contra los que espolean el triunfo individual de los laureados emprendedores, verdaderos Hércules de nuestros tiempos.

Alguna vez, nuestro iluminado libertario cree que su mensaje ha calado entre las masas, y ve desfilar ante él un inmenso rebaño sin pastor, obedientes únicamente a los ladridos en Facebook y Twitter del demiurgo 15-M. Tal exhibición, tan numerosa como inútil, le hace soñar, y se ve comandando tan formidable hueste con un estandarte negro. Pero es sólo una ilusión: la multitud no desea enterrar el sistema actual, sino que se presenta como infalible y necesario curandero para erigir el decrépito engendro capitalista en pastor del rebaño. Ante tal situación, nuestro guía espiritual hacia el comunismo libertario se detiene y reflexiona: ¿Debe el anarcosindicalismo, como hiciera el comunismo español en 1947, practicar un entrismo, no en las instituciones o los partidos, sino en la sociedad? ¿O, por el contrario, acercarse a quienes pudieran identificarse con sus ideario (antiautoritarismo, acción directa, apoyo mutuo), desde el ecologismo decrecionista a las cooperativas de consumo, así como todo movimiento que se pretenda al margen del sistema? La clase obrera nunca ha ido a la CNT a hacerse anarquista, ya iba servida de casa. La CNT no hizo libertarios, los libertarios hicieron la CNT.

En definitiva, concluye, difundir la teoría y práctica libertarias, con o sin siglas, para lograr aquella sociedad libertaria que, ante una crisis del sistema capitalista, pida a alguien de la sala que tenga a bien pegarle un tiro, acabar con su sufrimiento y empezar nuestra libertad.