Pocos períodos electorales han visto tamaño número de candidaturas completamente condenadas al fracaso como el de estas municipales de 2015.

Si algo tenían los dioses de la antigua Grecia, era buena mano al castigar a aquellos que osaban hacerles frente, más o menos como los empresarios. Pero los dioses, que para algo lo eran, imponían penas más crueles e irónicas. Como la impuesta a Sísifo, un pobre y arrogante desgraciado que fue condenado a hacer rodar una enorme roca colina arriba, hasta que llegaba a la cima, caía por la otra ladera y…¡vuelta a empezar! Y que nadie se engañe, a juzgar por las numerosas pinturas que se han hecho representando el tema, la roca tiene pinta de pesar lo suyo. La crueldad del castigo es evidente: condenado por toda la eternidad a realizar un enorme esfuerzo completamente inútil.

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Esto, lo de los esfuerzos completamente inútiles, me venía a la cabeza en estos días de ebullición preelectoral. Y la olla de la izquierda está que hecha humo, y cada semana, casi cada día, se añaden nuevos ingredientes y condimentos, en lo que tiene toda la pinta acabará siendo un guiso incomible: las candidaturas rupturistas, seudoradicales, renovadoras, izquierdistas, ciudadanas… salen por doquier; las redes sociales se inundan de encontronazos de candidatos, aspirantes a candidatos y de gente que, sin llegar siquiera eso, ven en la lucha por conseguir una silla remunerada para alguien de su partido de esta semana su nueva meta en la vida; veteranos de partidos, plataformas y grupúsculos más o menos comunistas desempolvando sus galones y apuntándose al primer carro electoral, sea un círculo de Podemos o una asamblea ciudadana, siempre renovadores, auque ahí sólo van a encontrar a los viejos camaradas, tan dignos de vitrina de museo como ellos mismos.

Sorprende imaginar que alguien pueda estar al corriente de la evolución de este magma oportunista-izquierdista, y más aún que, llegado el día, uno sepa a quién está votando cuando coja una papeleta, que lo mismo lleva el logo de un “Guanyem (el nombre de su ciudad AQUÍ)”, siendo que la mitad se escindió la semana antes para formar un “(el nombre de su pueblo AQUÍ) Guanyarà”, que lo mismo se cree que está votando a los de Ada Colau cuando en verdad mete una papeleta de Ciutadans… “-Niño, los de Pablo Iglesias cuáles son?”, a lo que un chaval con pinta de pequeño Nicolás, pérfidamente, le responderá: “Esta, la de la gaviota”. Y la señora se irá feliz y contenta a casa pensando que ha contribuido más a la revolución que Durruti con un bidón de gasolina.
Pero lo realmente sorprendente es que, después de tantos y tantos esfuerzos para articular candidaturas, juntas, asambleas, plataformas…, que serán tan inútiles berreando en la plaza del pueblo como en el salón de plenos del Ayuntamiento, la gente no sólo siga participando de ellas, sino que siga creyendo en ellas. Que el jubilado de la SEAT que lo intentó con el PSUC, que luego se desencantó con el PSC, que luego pasó a votar al partido izquierdista de su localidad, llamémosle Esquerres per (el nombre de su villorrio AQUÍ), que luego… Que, en definitiva, sube pesadísimas rocas que luego se despeñan por el otro lado, y luego vuelta a empezar, crea que esta vez, subiendo la ladera empujando cualquier candidatura de mierda de las que aparecen estos días como setas, desde los Guanyem y las Cridas de distinto signo, hasta Ciudadanos o Podemos, no va a caer de nuevo colina abajo. La humanidad, decía un anuncio de Aquarius, es extraordinaria. Extraordinariamente estúpida. Y en período electoral, parece que va a peor. Y nosotros, los anarquistas, que nadie nos hace caso, nos encogemos de hombros y, recostados cómodamente desde el abstencionismo, única postura coherente en nuestros días, animamos a estos pobres desgraciados en su inútil esfuerzo hacia ninguna parte: ¡Vamos Sísifo, arriba otra vez!

Articulo de opinión de un compañero del Sindicato de Sabadell.

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